El Paradigma Tecnológico –
Una Visión Desde La Permacultura
Las bases tecnológicas de la permacultura están sustentadas
en la idea de que “lo pequeño es lo hermoso”, pero las tendencias globales van
en la dirección opuesta. Nadie diseñó la tecnosfera, nadie la puede controlar.
Es posible que lleguemos a controlar parcialmente varios subsistemas del
superorganismo, pero la macrotecnología sigue el camino del descontrol,
favorece todo lo que conduce a su crecimiento. El superorganismo está tomando
el control de la Tierra y el Antropoceno es su era de dominio.
Durante siglos, los europeos –como colonizadores, colonos,
soldados, hombres de negocios y misioneros– utilizaron las ventajas
tecnológicas y económicas desarrolladas por ellos para dominar a otros en gran
parte del resto del mundo.
Así, aún hoy la tecnología sigue renovándose, “mejorando”,
para lograr los mismos efectos de dominio y sometimiento. Esta tecnología
sustenta una economía impulsada por el crecimiento continuo, el cual nos lleva
sin duda alguna al colapso.
Desde la permacultura basamos el diseño de una sociedad
postindustrial en el uso de tecnologías adecuadas de baja escala. Partes de
ellas pueden ser apropiadas, modificadas, mejoradas por quienes las usan.
Si vemos que la naturaleza es tecnología del más alto nivel,
lo que buscan las tecnologías apropiadas es basarse lo más posible en los
procesos naturales, apoyarlos y magnificarlos. Estas tecnologías de baja escala
nos permitirán diseñar sociedades capaces de permanecer estables en el planeta
y de ostentar un elevado grado de resistencia ante los cambios climáticos y
otros.
Si, por
ejemplo, analizamos la producción de semillas, la selección de estas estuvo por
miles de años basada en una técnica que los agricultores desarrollaron. De este
modo, a partir de la espiga del teosinte, que no medía más de 5 cm y portaba
granos de unos 3-4 mm, se logró el maíz y se llegó a obtener mazorcas enormes
con granos de hasta 3 cm. Estas semillas generaron plantas que se fueron
adaptando para producir con altos rendimientos sin uso alguno de agrotóxicos,
como sí los necesitan las semillas de las agrocorporaciones.
generarles más ganancias a las corporaciones, que venden
todos los paquetes tecnológicos para el campo.
En el futuro será todo un desafío que la tecnología pueda
separarse de los intereses económicos.
Así como la tecnología se apropia de los genes de las
semillas, las “corpos” se apropian hasta de nuestras vidas en su conjunto,
redefiniendo todo según el dictado de lo que no tiene presencia física. Es el
triunfo de lo virtual, de lo cibernético. Vivimos en la era de los datos y de
la gente desposeída, donde lo remoto impera bajo la vigilancia de una
hipercompleja tecnología de la información. El paisaje va camino a la
desolación de la existencia tecnocultural. En la actualidad existe una
civilización, una única maquina global de domesticación. Este es el fraude de
la tecnocultura, y en el eje oculto de la domesticación anida el creciente
debilitamiento del yo, de la sociedad y de la Tierra.
Por otra parte, para usar una tecnología amigable con las
personas y el planeta es necesario que quienes la necesiten vivan con un
espíritu de autosuficiencia, enfocado en el decrecimiento, y asumiendo que la
principal tecnología que deba aplicarse es la cooperación entre las personas.
Esta forma de vida nos permitirá cubrir nuestras necesidades
sin agotar los recursos del planeta y, al mismo tiempo, que todos los seres
humanos puedan lograrlo.
Veamos un ejemplo: los velomobiles son vehículos con tres
ruedas de bicicleta, muy livianos y con carrocería aerodinámica. También pueden
ser asistidos por un motor eléctrico alimentado por una batería. Imaginemos que
300 millones de estadounidenses reemplacen sus coches por un velomobile
eléctrico. Para cargar las baterías de 288 Wh de cada uno de estos 300 millones
de velomobiles se necesitan 86,4 GWh de electricidad. Esto supone solo el 25%
de la electricidad producida por los aerogeneradores que existen en Estados
Unidos. Ahora bien, si los 300 millones de estadounidenses sustituyesen sus
coches por una versión eléctrica como el Nissan Leaf y todos ellos fueran a
trabajar ese día, para cargar la batería de 24.000 Wh de cada uno de esos 300
millones de autos necesitaríamos 7.200 GWh de electricidad. Esto es 20 veces
más de lo que las turbinas eólicas producen por día y 80 veces más de lo que
los velomobiles necesitan.
En resumen, el primer escenario
nos permite soñar con la posibilidad de mantener vehículos
Universidad Internacional de Permacultura
Fuente: Antesis