Lima, 29 de diciembre de 2023
MENTECATOS. ES BUENA Y SE MANTIENE
Por Antero Flores-Araoz
A treinta años de haberse aprobado por el CCD la Constitución de 1993, que fue también en diciembre de dicho año promulgada y publicada, siguen algunas voces discordantes, insistiendo en que debe convocarse a una nueva Asamblea Constituyente para que sancione una nueva Ley de Leyes que sustituya a la antes mencionada.
En doscientos años de vida republicana, hemos tenido trece constituciones y algunos estatutos provisorios. Lo señalado implica un promedio de una Constitución cada casi diez y nueve años, o sea la actual ya dura bastante más que el promedio y no hay razón valedera para que sea sustituida. La Constitución de 1993 es una de las más longevas y comparándola con la que la antecedió de 1979 esta estuvo vigente solo 14 años.
Hay grandes países que solo han tenido una Constitución y varios otros han tenido muy pocas, lo que prueba que ni se es más desarrollado ni tampoco más democrático por tener más constituciones, cuando la lógica nos lleva a afirmar que cuantas menos constituciones se hay tenido, haya más estabilidad y la estabilidad produce tranquilidad y clima propicio para el desarrollo, el cual se inicia con inversiones generadoras de puestos de trabajo, que luego se convierten en bienestar.
No decimos que las constituciones deben ser escritas sobre piedra, pues hay ocasiones en que se requieren modificaciones parciales, que en algunos países se llaman “enmiendas” y que han ayudado en la actualización de su normativa, dado que los tiempos también cambian, pero ello no significa cambio total y menos brusco.
Siendo obra humana la actual Constitución que fuese preparada y aprobada por el Congreso Constituyente Democrático (CCD) en 1993, por supuesto que no es perfecta, requiere algunos cambios parciales, como el regresar a la bicameralidad, esto es a la existencia simultánea de Cámara de Diputados y Senado de la República, como también volver a la reelección inmediata de parlamentarios que fue abolida gracias a la campaña artera y abusiva que hiciese hace un quinquenio el presidente de la Nación de aquel entonces Martin Vizcarra, a quien ni siquiera hay motivaciones positivas para recordar.
La Constitución que nos conduce, reconoce una importante relación de Derechos Humanos no excluyentes con otros y además determina que “la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad, son el fin supremo de la sociedad y del Estado”,
Mecanismos de democracia directa, como la iniciativa ciudadana en la formación de las leyes, el referéndum, remoción o revocación de autoridades, y rendición de cuentas, fueron incluidos en nuestra actual Constitución, la que también puso los cimientos de la descentralización, aunque luego las normas que la desarrollaron no fueron las adecuadas.
La misma Constitución garantiza el derecho a la propiedad, la obligatoriedad de los contratos que no podrán alterarse por decisión estatal, la libre iniciativa privada dentro de la Economía Social de Mercado, libertad de trabajo y empresa, el pluralismo económico, coexistencia de variadas formas de propiedad y de empresa, igualdad de trato a la actividad empresarial pública y privada, al igual que a la inversión nacional como a la extranjera.
Garantía a la libre tenencia y disposición de moneda extranjera y sin olvidar la protección al consumidor.
Las reglas de nuestra Constitución han permitido mayor desarrollo del Perú, por lo que no hay motivación valedera para aprobar una nueva. Bastan los cambios puntuales.
Las reflexiones anotadas nos llevan a afirmar que si tenemos una buena Constitución, no hay motivos para hacer otra, ello sería imposición de mentecatos.