CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. Ana Bolena humilló a Enrique VIII con una frase sobre su virilidad que quedó grabada en la historia
ANA

Ana Bolena humilló a Enrique VIII con una frase sobre su virilidad que quedó grabada en la historia.

PREVIAMENTE:COMENTARIO DE OSVALDO BUSCAYA

Las fuertes resistencias contra lo femenino no serían de índole intelectual, sino que proceden de fuentes afectivas; la irresoluble perversión no sublimada y ambigüedad sexual del varón que posee la decisión final en éste esquema, donde lo masculino sigue siendo la ley”. Osvaldo Buscaya

a) {Ana Bolena humilló a Enrique VIII con una frase sobre su virilidad que quedó grabada en la historia}

Pues, en el curso de la evolución de la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal, tenemos la oportunidad de percibir cuales son sus “virtudes humanas”. Todo esto, sumado a su capacidad imaginativa, pero ajustándose a una estricta ética que repudia e invalida a la mujer hasta su decapitación; Es decir la mitad, como mínimo, de la sociedad, en todos los tiempos. Mujer como ser irrelevante, para la transexual ecuménica perversa civilización del varón, cunde, por donde se mire. Y cuanto más y mejor se mire, se verá que se multiplican los escenarios donde ella irrumpe, la desconsideración de la mujer y la propia y encubierta subestimación, femenina, se complementan necesariamente, y enlazadas, ellas acentúan las sombras que oscurecen el panorama social de nuestro tiempo. La moral de la transexual ecuménica perversa civilización del varón en la instancia de su “superyó”, como heredera de la influencia paterna adscribe importantísimas funciones, que encontramos en el sadismo masculino al reflejarse en la obligada imposición sobre la mujer a un rol pasivo masoquista.

b) {“La espada del rey no pasa de ser una simple navaja”.}

Pues, todo castigo es, en el fondo, la castración y es así que, “El rey Enrique VIII no quiso que hubiera fallo alguno en la decapitación de su mujer” y como tal, el cumplimiento de la antigua actitud pasiva con respecto al padre. El destino es tan sólo, en último término, una ulterior proyección del padre. Es así que en la civilización transexual ecuménica perversa patriarcal preexiste la ambigüedad sexual sádico – masoquista particularmente intensa sometiendo a la mujer y satisfaciendo su perversión transformándola en un ser pasivo – masoquista; Satisfacción del deseo masculino, que para el varón es una satisfacción del impulso punitivo, es decir, una satisfacción sádica. La transexual ecuménica perversa civilización del varón, presenta como un dogma su poder patriarcal derivado de la penosa sensación de impotencia experimentada. En cuanto a la equivalencia del falo, se sugiere, que el punto de vista del transexual ecuménico perverso hombre no es lo mismo que el de la mujer, dejando así pensar que la femineidad velada/develada/castrada sólo es figura de la verdad para el varón. Éste sería el dueño de la verdad tan sólo desde ese punto de vista; “La castración de la mujer” es una de las fantasías centrales de los niños. El macho sigue siendo la ley, con su tarea sobre las mujeres, sometidas, mutiladas, masacradas, dominadas, humilladas, violadas, golpeadas, asesinadas en manos de sus parejas y/o de sus violadores, prostituidas, lapidadas, maltratadas psíquicamente, etc. etc. etc.

Señalo en mi Ciencia de lo femenino (Femeninologia) cuanto tenemos que aprender, sobre la estructura de la relación de la mujer con la verdad como causa, en la imposición del transexual ecuménico genocida perverso patriarcado incluso en las primeras decisiones de la simiesca horda primitiva.

Experimentamos así la impresión de que la civilización es algo impuesto a una mayoría contraria a ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y coerción.” (Freud)

El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual

Un travesti no es una mujer
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina
31 de diciembre de 2022
Osvaldo V. Buscaya (OBya)
Psicoanalítico (Freud)
*Femeninologia
*Ciencia de lo femenino

ana bolena

Ana Bolena humilló a Enrique VIII con una frase sobre su virilidad que quedó grabada en la historia.

Por Carmen Ro

El contencioso que mantuvieron el rey Enrique VIII y su esposa Ana Bolena es uno de los rifirrafes más famosos de la historia de la realeza. El rey acusó a su esposa de “traición y adulterio”. Enrique VIII quería deshacerse de Ana Bolena y conspiró con la corte para quitarla de en medio. Después de que Ana Bolena sufriera un aborto, Enrique VIII la acusó de haber utilizado la brujería para seducirle y casarse con él. Pero Ana Bolena no se calló. En el juicio contra ella contestó al rey con gran dureza. Ana Bolena humilló al rey con una frase que quedará grabada en la historia de los grandes despechos en la realeza.

Enrique VIII llegó a casarse seis veces. Todas sus esposas se encontraron desdichadamente ante un hombre que no permitía que una mujer le llevase la contraria, ni que tuviera una opinión propia. Casarse con Enrique VIII era un riesgo vital, literalmente hablando. El rey conocido como “El ogro inglés” mandaba a sus esposas a la Torre de Londres para que les cortaran la cabeza, en cuanto se sentía contrariado. Primero las sometía a un rápido y amañado juicio y después acababan perdiendo la cabeza ante el verdugo. Pero en el juicio contra Ana Bolena, ella no se calló y dijo alto y claro algo que humilló tremendamente al rey Enrique VIII: “La espada del rey no pasa de ser una simple navaja”.

Ana Bolena fue la segunda esposa del rey de Inglaterra Enrique VIII. Ana se casó con el rey en secreto en 1533, poco antes de que se anulara el matrimonio de Enrique con Catalina de Aragón. En 1536 Enrique empezó a dudar de la legitimidad de su matrimonio y Ana fue acusada de adulterio y ejecutada en la Torre de Londres.

Son varias las frases de Ana Bolena que se han hecho muy famosas. Podemos recordar así no sólo las palabras que dijo sobre la virilidad de su marido, también han quedado para la historia las palabras que dedicó al verdugo encargado de cortarle la cabeza. Con un vestido de seda gris y en compañía de dos de sus damas de honor, Ana Bolena subió al patíbulo con la cabeza muy erguida. La esposa del rey miró al verdugo y le dijo con total serenidad: “No le daré mucho trabajo, tengo el cuello muy fino”. El verdugo no falló y de un rápido golpe de espada decapitó a Ana Bolena. El rey Enrique VIII había ordenado traer al verdugo desde Calais, en Francia, por su rapidez y la reputación de su eficacia. El rey Enrique VIII no quiso que hubiera fallo alguno en la decapitación de su mujer. Fallo no hubo. Clemencia tampoco.