Agenda del Feminismo: Abolición del género. por Amparo Mañes

Psicóloga por la Universitat de València.

Introducción por Osvaldo Buscaya.

18  febrero de  2023

a)          {Contrarreforma de la Ley del «solo sí es sí»}

Pues, todas las influencias psíquicas que han demostrado ser eficaces para la afirmación del transexual ecuménico perverso patriarcado poseen elementos de constancia en lo afectivo, la orientación de la voluntad, el alejamiento de la autonomía, la expectación “confiada” en la ley del varón, todos estos poderes que anulan a la mujer muestran su eficacia milenaria. Tratase, evidentemente, de la “soberana personalidad” del transexual ecuménico perverso patriarca psíquicamente tan distinta a la mujer que la debe aceptar en su regularidad y eficacia ecuménica.

b)         {Con esta contrarreforma muchos hombres volverán a seguir apostando fuerte por agredir sexualmente, eso sí, sin sangre (no lo digo yo, lo dice la Ministra Llop), sabiendo además que las mujeres -muchas de ellas apenas unas crías- no denunciarán (se estima que no llegan al 10% las que se deciden a hacerlo). Y eso pasa porque las mujeres sabemos de sobra que -justo y solo en estos delitos- la incredulidad, el cuestionamiento, el reproche social, el estigma y la revictimización caen siempre del lado de lado de las víctimas.}

Pues, para el transexual ecuménico perverso patriarcado es el reconocimiento, de la importancia y naturalidad de esta imposición deliberada, con los medios adecuados bajo su control y con el estado anímico más bien favorable para el sometimiento de lo femenino. Resulta así toda una serie de formas encubiertas, algunas de ellas evidentes, otras solo comprensibles sobre la base de complicadas premisas en las posiciones del transexual ecuménico perverso patriarcado, que ya no pueden despertar admiración en calidad de sacerdote a portador del mandato divino que orienta en la actualidad con hipocresía; Con esta contrarreforma muchos hombres volverán a seguir apostando fuerte por agredir sexualmente, eso sí, sin sangre.

Señalo en mi Ciencia de lo femenino (Femeninologia) cuanto tenemos que aprender, sobre la estructura de la relación de la mujer con la verdad como causa, en la imposición del transexual ecuménico genocida perverso patriarcado incluso en las primeras decisiones de la simiesca horda primitiva.

El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual

Un travesti no es una mujer

Lo femenino es el camino

Buenos Aires

Argentina

17  de febrero de  2023

Osvaldo V. Buscaya (1939)

Psicoanalítico (Freud)

*Femeninologia

*Ciencia de lo femenino

Contrarreforma de la Ley del «solo sí es sí»

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Amparo Mañes

Psicóloga por la Universitat de València. Feminista. Agenda del Feminismo: Abolición del género 14  de febrero de  2023

A raíz de la sentencia de La Manada se produjo un movimiento masivo de mujeres hartas del constante incremento de delitos sexuales que marcan de por vida a las mujeres que los sufren. Las reivindicaciones feministas se enfocaban en tres cuestiones:

La primera, que la diferenciación entre «abuso sexual» y «agresión sexual» se establecía con criterios androcéntricos, a saber: Si no hay violencia o intimidación, entonces emerge la figura del consentimiento y se rebaja la agresión a simple abuso. Además, se aplica un segundo criterio androcéntrico: juzgar con parámetros masculinos lo que debe entenderse por violencia o intimidación.

En la violencia o agresión sexual nunca hay consentimiento de la víctima. Precisamente por eso es violencia. Para seguir, la reacción variable de cualquier víctima ante la comisión de un delito no debería suponer un atenuante para el delincuente. ¿O acaso si dos tíos grandes acorralan a un hombre y le roban la cartera, diremos que consintió y entonces se rebaja el tipo penal pasando de robo a simple hurto?

La segunda reivindicación se refería al endurecimiento de las penas. En un artículo al respecto, dice Octavio Salazar que es un fracaso del sistema tener que llegar al reproche penal punitivista. Y tiene toda la razón. Las mujeres coincidimos con él, porque no queremos penas espectacularmente altas sino una rebaja espectacular de las agresiones sexuales. Y, como el Estado falla en rebajar las agresiones (que no solo no descienden, sino que se incrementan), ese fracaso gubernamental no deben soportarlo las mujeres sino los agresores. Y, por tanto, mientras el Estado hace sus deberes, hay que endurecer las penas. Por otra parte, aunque ese endurecimiento pueda ser considerado punitivista, se suele ignorar su vertiente preventiva o disuasoria: a mayor reproche penal de un delito, más gente será disuadida de cometerlo.

La tercera cuestión es la histórica reivindicación feminista de incluir entre las agresiones sexuales, la actividad  prostitucional, conceptualizando correctamente al putero como lo que es: un violador de pago. Porque de ninguna manera se produce consentimiento cuando la relación entre las personas involucradas presenta tan desigual jerarquía: de un lado, mujeres pobres y/o vulnerables y de otro, hombres que sin ningún escrúpulo se creen con derecho a violarlas por unos pocos euros. Pero lo cierto es que en la prostitución no solo se produce una grave agresión sexual sino que concurren además violencia física, violencia verbal -con un trato especialmente vejatorio- y violencia económica.

En fin, Unidas Podemos recogió el guante del consentimiento

(por eso a la nueva norma se la conoce popularmente como la Ley de «solo sí, es sí»), pero se olvidó del endurecimiento de las penas. De hecho, la ley produce el efecto contrario, lo que ha provocado que a día de hoy, se haya producido una significativa cifra de reducciones de condena e incluso de puesta en libertad de condenados. Y, desde luego, también se olvidó de establecer el obligado reproche penal de la prostitución.

La excusa de la Ministra Irene Montero para explicar las rebajas de condena es el machismo de la judicatura. Y tiene razón, pero no por el hecho de que se esté aplicando el principio de la condición más beneficiosa al reo, que es -en general- correcta; sino porque antes que eso, los jueces (y, todo hay que decirlo, también algunas juezas), suelen aplicar a los agresores sexuales la pena en su grado mínimo, e incluso dejan de aplicar agravantes que procederían porque ya les parece suficiente la condena. Y es ahí donde entra la rebaja de condenas: como muchos agresores obtuvieron penas mínimas (no siendo casi nunca mínima la agresión perpetrada), al bajar la horquilla de mínimos en la Ley del solo sí, les resulta de aplicación el mencionado principio de condición más beneficiosa.

En cualquier caso, y ante la denuncia feminista sobre las rebajas de condena y la puesta en libertad de agresores no rehabilitados, se despertó una significativa alarma social. Alarma de la cual me permito sospechar ya que hay otras denuncias feministas, igualmente graves, que no consiguen calar en la ciudadanía porque, sencillamente, los medios de comunicación y las redes sociales las opacan o las descalifican. Sirva como ejemplo de lo que digo, el próximo escándalo legislativo gubernamental: la Ley Trans en proceso de inminente aprobación.

Y decía que me resulta sospechosa la alarma social porque a su amparo se ha aprovechado para formular una propuesta de modificación (abrazada rápidamente por la extrema derecha y la derecha de este país y diría que también entre la mayor parte de la izquierda), que, ni se ha orientado a penalizar la prostitución ni a endurecer las penas, ya que se limita a dejarlas como estaban en el anterior Código penal. Sí, ese que despertó la protesta ciudadana.

Al respecto me formulo diversas cuestiones: ¿Por qué, como propone el PSOE, hay que aplicar una horquilla distinta a las agresiones sexuales «más violentas» y otra horquilla a las que no demuestran que existió violencia o intimidación? ¿Eso no es volver a la diferenciación del reproche penal entre abuso y agresión sexual que fue lo que motivó el cambio legislativo, aunque ahora se denominen igual?

Hay quien contesta alegando que es normal, porque la pena debe ir en proporción al daño y por tanto, una agresión con violencia e intimidación -insisto en que tanto una como otra son juzgadas con criterios patriarcales- es más grave y debe tener un reproche penal más alto. Pero eso plantea una nueva cuestión: Entonces ¿para qué están, si no es para eso, las horquillas establecidas? Es decir, si la agresión sexual con penetración tiene una condena entre 6 y 12 años, ¿no es ahí donde debe graduarse el mayor o menor daño causado, sin necesidad de establecer otra horquilla diferente y menor para las agresiones «consentidas»?

En fin, como decía, ni se incluye la prostitución como violencia sexual ni se endurecen las penas. Pero, en cambio, sí se ha orientado a desmontar el «solo sí es sí». De manera que, o hay sangre (no lo digo yo, lo dice Pilar Llop, Ministra de Justicia) o se aplicarán las penas de abuso sexual, mucho más bajas que las de agresión sexual, aunque ahora le llamemos a todo «agresión sexual».

Presumo que lo que ha pasado es que, lo que interesaba realmente a los patriarquitos de este país, y por eso han dado altavoz a la alarma social, era realizar una contrarreforma en la que los hombres vuelvan a la tranquilidad del

«consentimiento» contemplado en el anterior Código penal. Porque, con la exigencia de consentimiento explícito que comporta la «Ley de solo sí es sí», se sentían en peligro muchos más hombres. Esos que, como un asesor directo del PSOE se preguntaba en una emisión radiofónica, si con la ley actual tendrías que despertar a tu mujer y recabar su consentimiento para penetrarla. También esos que agreden de «guante blanco y mano negra». Esos que intimidan y violentan sin sacar armas ni cuchillos, solo usando su poder masculino, su mayor fuerza, y con esas manos que hacen que sepas que podrían matarte si quisieran.

Con esta contrarreforma muchos hombres volverán a seguir apostando fuerte por agredir sexualmente, eso sí, sin sangre (no lo digo yo, lo dice la Ministra Llop), sabiendo además que las mujeres -muchas de ellas apenas unas crías- no denunciarán (se estima que no llegan al 10% las que se deciden a hacerlo). Y eso pasa porque las mujeres sabemos de sobra que -justo y solo en estos delitos- la incredulidad, el cuestionamiento, el reproche social, el estigma y la revictimización caen siempre del lado de lado de las víctimas.

Así es que sí, el Estado nos falla -especialmente a las mujeres- estrepitosamente. Pero mientras tanto, insisto en lo que ya comentaba en un artículo anterior: el punitivismo es nuestra última línea de defensa.