Yo, que en mar proceloso he navegado,
desplegando las velas otra vez
porfiada tras los golpes de arrecife,
humilde, noble, y recia quiero ser.
Quiero en mi loco desvarío ser
la palabra que sube y que fecunda
como sube la savia por los robles,
como fecunda el polen a las flores.
El rubí generoso quiero ser
de mosto embriagador y limpio y puro;
y que en noches de brindis y saraos
digas con emoción: ¡Éste sí es vino!
Del zenit quiero ser luz vertical
y ser luz en la nieve decembrina
y ser calor cuando tu invierno venga.
Yo quiero despojarme de la espina,
que rencorosa en mi rosal persiste,
y en la angustia del garfio me pregunta,
¿quién eres tú: El río que nunca para,
o eres penumbra, o eres luz o sombra?
Yo sé muy bien que sigo siendo rosa
sin poder despojarme de la espina,
que conturba de abstrusos pensamientos
y me hace zahareña y agresiva.
Quiero a mi espina preguntarle ahora:
¿En qué almonedas rematé mis joyas
por no perder el alma insobornable,
para no claudicar en tu sendero?
Yo, que soy rosaleda trasplantada,
ferviente, humilde y tierna a Dios le ruego,
¡me otorgue la sedeña suavidad
de la rosa …ya liberta de espinas!
* Poema del libro “Brindis por un poema”. Plaza & Janes. 1995.