Siempre amaré las piedras que hallé en el camino, ellas me convirtieron una atalaya. Su recuerdo son mi talismán para proseguir ilesa por las emboscadas del mundo.
Vago perdida en una campiña de hombres silvestres. Blasfeman cuando hablan, miran con ojos lascivos, ansían convertirme en el encono de sus torturas. Día y noche rozan el vicio ¡Ay de sus esclavas diminutas!
Tiritan de maldad. Soy la tonta que vaga acompañada de fantasmas. No me interesan sus devaneos… sus animales mueren en plena calle y provocan mi confusión, ellos conceden su amor a la disputa, los quejidos de su perro les provoca voluptuosos cosquilleos en la ingle.
Son tiempos de irracionalidad y sangre, de puños y de gritos, de astucia… ¿Qué hago aquí desayunando despojos, alimentando a las hormigas, a los gatos salvajes, a las quimeras…?
Dentro de poco las bestias de la sombra engullirán mi cuerpo. Dormiré sin sepultar sobre las piedras que amé.