IRONÍA*
AUTORA: Leonora
Acuña de Marmolejo
Patricia
y Rodolfo habían llegado con visas de residentes desde su natal Colombia,
con el propósito de
trabajar unos años en los Estados Unidos, y luego de ahorrar
algún dinero, regresar. Ya en Nueva York tuvieron la buena
suerte de emplearse en The Modern Design Co., una
compañía de Diseño de Interiores situada
en Brooklyn en la que por entonces y por el salario mínimo,
trabajaban mayormente extranjeros
recién llegados al país.
Patricia
era una maestra graduada y venía dejando atrás un
pequeño colegio de su propiedad, que con el nombre de
María Montessori había fundado en la ciudad La Esperanza.
Su propósito inicial era el de recoger dinero
suficiente a fin de construír su propio edificio para el
funcionamiento de dicho plantel.
Rodolfo
por su parte, era un Contador recién
graduado en la Universidad. A
pesar de la preparación de ambos, y debido a que sus
conocimientos de Inglés eran muy rudimentarios, se vieron
forzados a trabajar en diferentes campos. Fue así como fueron contratados en esa
empresa para trabajar como dibujantes
en el departamento de proyectos y
diseños.
Habían
llegado a vivir en un pequeño apartamento de Brooklyn, que con anticipación les
había conseguido el tío Martín a quien ellos
cariñosamente llamaban “tío Marto”. El
apartamento tenía una magnífica localización en la
avenida Eastern Parkway frente a la estación del tren
subterráneo, a unas cuantas
paradas de la calle Fulton, la que a su vez les quedaba a pocos bloques
del trabajo.
Hacía
poco que Rodolfo y Patricia se habían casado. El mayor anhelo de
él, era tener hijos y conformar su propia familia, ya que
él había perdido a sus padres cuando aún era un
niño, y no tenía hermanos. Por su parte Patricia
también tenía el recóndito deseo de tener un hijo,
aunque objetaba la idea pensando que si ello llegaba a suceder,
tal vez ella tendría que retirarse deltrabajo para
cuidarlo, lo cual obstaculizaría su ideal de hacer suficientes
ahorros y regresar cuanto antes a su país.
Así
pues, convenció a su marido de esperar un poco, y algunos
días después se subscribió en un curso en la
Oficina del Planned
Parenthood (Plan de Paternidad),
cerca a su lugar de trabajo. Junto a otras mujeres asistió
allí los martes durante
unas cuantas semanas a fin de
adoptar el método anticonceptivo más conveniente.
Al
cabo de cuatro semanas de conferencias y demostraciones sobre las
ventajas y desventajas de los diferentes métodos, y de acuerdo
con los médicos, ella optó por el método llamado
IUD (mecanismo intrauterino), un pequeño aparato de
plástico que le fue insertado en la vagina, y que tenía
una especie de antenas también de plástico que
sobresalían al exterior las que debían ser chequeadas
cada vez antes de tener relaciones sexuales, para constatar que el
mecanismo aún estaba bien instalado.
Como estaban
recién llegados y todo para ellos era novedoso, solían
arrimar a los almacenes o ir de paseo por las tardes después de
salir de la oficina. Así pasaron varios meses felices. Todos los
jueves después de recibir su cheque de pago, lo primero que
hacían era ir al banco a depositar sus ahorros en la cuenta
conjunta que habían abierto.
Una
mañana Patricia se levantó indispuesta con dolores
abdominales, pero pensó que
quizás era la menstruación que se le
había adelantado bastante, y se fue al trabajo sin
mayores cuidados. Al salir de la oficina aquella tarde,
Rodolfo le insinuó que lo acompañara a un almacén
a fin de comprar un bombillo de repuesto que necesitaba para la
refrigeradora, y Patricia asintió aunque se sentía un
poco adolorida. Estando allí ella sintió de nuevo el
cólico que esta vez regresó más fuerte. Su marido
solícito le dijo:
—Si
no te sientes bien podemos volver otro día.
—No,
no estoy tan mal, continúa buscando el bombillo.
En
su búsqueda por el citado bombillo allí dentro del almacén,
el hombre se alejó un poco de su mujer quien mientras tanto se
puso a curiosear otras cosas. Pero entonces un cólico más
feroz la atacó. Ella palideció y se apoyó en un
mostrador con una mueca de dolor, ante la vista de un parroquiano que
al verla, muy solícito le
preguntó:
—¿Qué
le sucede, Señora ? ¡Luce usted muy pálida!.
¿Está usted sola? Y continuó:
—¿Desea
que llame a su marido o a la persona que la acompaña?
Ella
señalando a su marido quien se hallaba en otro mostrador
pagando, le contestó casi sin aliento:
—Sí,
por favor. Él que está alli en la caja es mi esposo.
Ya
no tenía fuerzas y tenía la sensación de que iba a
desmayarse. Cuando Rodolfo se acercó, al verla tan
desfalleciente le rogó al hombre que lo había llamado,
que por favor solicitara los sevicios de un taxista.
A
los pocos minutos se hallaban en la vía hacia su apartamento,
pero en el trayecto Patricia iba exánime y ya casi
sin aliento. Cuando llegaron al
apartamento, Patricia no tuvo la energía suficiente para
subir la grada hacia el segundo piso en donde vivían. El
estómago le había crecido tánto que parecía como si
se encontrara en un séptimo mes de embarazo. Quiso ir al
baño pero no pudo caminar; su marido al fin logró
llevarla casi a rastras pues ella ya no podía ni moverse a causa del dolor
tan atroz. Cuando se había hecho instalar el IUD no le
explicaron (o ella no puso cuidado) sobre los riesgos de
muerte que esto podría conllevar.
Aquel
día cuando su marido se dio cuenta de la gravedad de la
situación, muy determinado le dijo:
—Llamaré
al tío Martín para que nos acompañe al hospital ya
que yo no entenderé todo lo que me digan.
Así
fue como lo
llamó rogándole que viniera rápido pues
se trataba de una emergencia muy grave.
Martín
que amaba entrañablemente a su hermana y que era muy servicial,
llegó a los pocos minutos, y de inmediato llevaron a Patricia a
un hospital cercano en donde la atendieron rápidamente por
emergencias.. Una médica china la atendió, y tras de un
minucioso examen salió a la sala de espera en donde se
encontraban Martín y Rodolfo esperando los resultados, y les
dijo:
—What
happens is that she’s pregnant.
—This
is not possible. –replicó Martín-, because she has
the IUD.
—It
doesn’t matter; this occurs frecuently. And she seems to have two
months of pregnancy -contestó.
La
médica les explicó que aunque era urgente hacerle a la
paciente una intervención para sacarle el dispositivo insertado
y después extraerle el feto, para finalmente practicarle
el procedimiento de dilatación y curetaje, en ese momento el
hospital no tenía cuartos disponibles.
Así
pues, Martín y Rodolfo salieron con Patricia quien se encontraba
atemorizada y desconcertada aunque un poco más calmada gracias a
un sedante que le habían administrado. Entonces se dirigieron a
otro hospital localizado también en Brooklyn. Allí fue atendida de inmediato.
Seis médicos la intervinieron, poniéndola previamente bajo anestesia local;
mas ninguno podía extraerle el dispositivo debido al estado de
envolvimiento sanguinolento en que
estaba dicho aparato, y ellos evitaban correr el riesgo de hacerle
daño mayor. En medio de esta situación de impase,
Patricia vio entrar allí a la sala a un médico que por
sus facciones le pareció de origen judío. Tenía una nariz
aguileña, y tal actitud de decisión en su rostro, que
cuando ella lo vio supo que ese hombre lograría lo que los otros
no habían logrado, o que la mandaría al otro
mundo… Tal era la determinación en su cara que ella no lo
dudó.
Así
fue: éste escarbó y escarbó con una especie de
tenedor hasta que muy triunfante arrancó el IUD que salió
envuelto en una masa de coágulos. Así con aire de
triunfo, lo mostró en una bandeja a sus compañeros.
Cuando
Patricia pensó que ya había salido de cuidado, un
médico le preguntó dónde estaba su marido o
persona responsable. Ella, con su marcado acento le contestó:
—In
the waiting room.
Allí
el médico les explicó a Rodolfo y a Martín sobre
la delicada condición en la que se encontraba ella, y les dijo
que aún se hacía necesario practicarle un aborto porque
el feto había sido ofendido cuando habían tratado de
remover el anticonceptivo.
Al
poco rato Patricia fue conducida a la sala de operaciones e
inmediatamente fue anestesiada. Después de
la intervención quirúrgica fue conducida al cuarto
correspondiente. Así un poco aturdida por los inesperados
acontecimientos, la vieron Rodolfo y Martín.
—Afortunadamente
todo salió bien, mi cielo -le dijo Rodolfo en un tono de
cariño y de compasión. Dentro de tres días si todo
continúa bien, podré llevarte a casa y en poco tiempo te
recuperarás.
Cuando
le anunciaron a Patricia que le darían de alta, ella le
preguntó al médico que la atendía y quien hablaba
un poco de español:
—Doctor:
De ahora en adelante ¿qué método anticonceptivo
podré seguir usando?
—Ninguno,
Señora , pues nos vimos obligados a practicarle una
histerectomía ya que estando usted en un estado de tan peligroso
sangramiento, no tuvimos otra
alternativa. Su vida corría peligro. Así pues que ya no
podrá tener hijos.
Al
escuchar esto, Patricia sintió que su mundo se derrumbaba, y se
desmayó. Tras de recibir los auxilios del caso,
y volver en sí, vio allí a su esposo y a su hermano que
trataban de apaciguarla, mas inútilmentela pues ella
rompió en un llanto inconsolable.
—Esto
es un castigo -dijo- por evitar el tener hijos cuando Dios
quería dármelos. Y continuó:
—Ahora
ya no quiero nada; todas mis ilusiones se han ido a pique. ¡No
tendré hijos ni en dos, ni en tres, ni en cinco años, ni
nunca! ¡Mi vientre ha quedado estéril! ¡Inútil como un
escarzo!
Es
de anotar que sólo años más tarde, estando para
graduarse en la Universidad del Estado de New York y
cuando hacía su período de práctica precisamente en
un centro de Planned Parenthood, fue cuando le explicaron sin ambages
todos los riesgos de este
método.
Patricia
cayó en un estado tal de depresión, que fue necesario
someterla a un tratamiento psiquiátrico. Como una
secuela de lo ocurrido, más adelante Rodolfo se divorció
de ella y se casó de nuevo, pues siempre había
soñado con formar una familia. Tanto para Patricia como para
Rodolfo, esa fue la más dolorosa “Ironía”
* Del libro “La dama
de honor y otros cuentos”. 2014 Ed. René Mario