Final
Gloria Cepeda Vargas
Pensaba escribir acerca de lo acordado en La Habana entre gobierno y Farc el pasado 23 de junio, pero el noticiero de hoy lunes 28 confirma una noticia demoledora: en Venezuela hombres, mujeres embarazadas, adolescentes, bebés, ancianos, enfermos terminales, etc., etc., etc., hurgan en los montones de basura desleídos bajo la lluvia o descompuestos bajo el sol, para saciar el hambre a dentelladas, como si fueran perros callejeros.
Sí señores presidentes, honorables parlamentarios, foros, tribunales de aquí y allá, sindicalistas, cleros, militares, intelectuales, artistas… Cierto, OEAS, ONUS, ONGs, Unasures, Albas y demás instituciones que a la sombra de tres o cuatro letras emblemáticas encarnan la deshumanización y el oportunismo del mundo: en un ex país llamado Venezuela, LA GENTE SE ESTÁ MURIENDO DE HAMBRE o de física carencia de medicamentos que solo faltan de manera tan dramática en territorios pobres de solemnidad. Los propietarios de ese mar de oro negro, se disgregan en un aire mefítico, se difuminan entre la desesperanza y el miedo a las hordas gobiernistas armadas hasta los dientes y legalizadas por Hugo Chávez en uno de sus incontables accesos de delirium tremens.
Es inútil analizar el caso Venezuela a la luz de conclusiones discursivas o paradigmas políticos. No es el momento de despilfarrar un tiempo valioso por apremiante en palabras y actitudes revanchistas. El reciente ejemplo de la OEA reunida en consejo permanente, con las graves denuncias de Luis Almagro y la exclusión del tema Carta Democrática, habla por sí solo. Esa reunión donde parecía planear un pájaro castrado, esa camarilla de catalépticos o de ignorantes -caso de Deicy Rodríguez, la canciller venezolana- no logra digerir el papel que le corresponde en el ejercicio democrático del planeta o se resiste a cumplir con su deber.
¿Hasta cuándo subestimaremos el poder del instinto? Hoy Venezuela es un cuartel con la jerga, la línea, la concepción unilateral del ejercicio del poder o la visión de cíclope que impone una formación férreamente jerárquica a todos los militares del mundo. A Mirafores llegó Chávez mediante elecciones realizadas en un clima de libertad después de intentarlo a punta de cuartelazos que su locuacidad de loro amaestrado no logró borrar del todo. Reconozco en el difunto militar, deslumbrante capacidad destructiva, poder para barrer en un minuto lo que demandó años de laborioso esfuerzo, cercano parentesco depredador con las polillas y los ácidos corrosivos, habilidad para arrojar al mar como quien no quiere la cosa, PDVSA y Sidor, los dos colosos que por más de cincuenta años nutrieron la economía del país.
Pero eso ya es historia. Lo que en este momento reta con desesperación la solidaridad del planeta, es esta arremetida genocida contra un pueblo que agoniza entre la indotación mental de Nicolás Maduro y el derrumbe de su estructura productiva.
Lo que sucede en Venezuela pertenece a lo más espeluznante de la imaginación de Poe, a la ausencia total de atisbos civilistas, a una sistemática y bien planificada agenda de horror aplicada a diestra y siniestra con sevicia inimaginable. ¿Qué Chávez y su combo de desadaptados cayeron como langostas sobre un botín petrolero sin precedentes en el país? ¿Que con anuencia de gobiernos comprados o en estado de arrobamiento, la marabunta hirió de muerte la estructura económica y el material humano de un pueblo de corazón y puertas siempre abiertas? ¡Pero es que se necesita ser autista para no percibir lo que truena en el vecindario!
Venezuela necesita que los ojos de todos se detengan de manera operativa en su infinito sufrimiento. Saber que la democracia continental no es una entelequia y que más allá de este mohoso cavilar, no dan espera ni el hambre ni la destrucción sistemática de la dignidad humana.