A LA MUJER RURAL
Sencilla y humilde
Hacendosa y bella
Es la mujer rural
De los pueblos hoy vaciados
Siempre sujeta a un solo marido.
Sabedora que es la esclava del señor
Como manda el cristianismo
A bien o mal traer
Se afana en la casa
En el campo y con los animales
Como vasalla de su amo esposo
Que tiene absoluta y entera jurisdicción
Para castigarla
Absolverla y perdonar
Como un rey o papa.
Mientras él desayuna, come y cena
Palominos a la brasa
Ella y sus hijos
Comen arenques o sardinas malas.
A veces, cabeza de cerdo asada
Mientras él degusta costillas de lechazo
Al sarmiento de sus cepas.
A las cinco o seis de la mañana
Ella se levanta
Para asear toda la casa
Abriendo todas las ventanas.
Prepara la vestimenta del señor
Así como sus botas de faena
Que ha limpiado y pulido
La noche anterior.
Prepara el desayuno para él
Y para los obreros
Que, al cabo de un rato, llegan.
Mientras ellos desayuna
Ella va a la lonja donde están el tractor y los aperos
Dejando el remolque enganchado al tractor
Con el que van al campo.
En el desayuno, él se hace el gracioso
Diciendo:
-Esposa, vamos a las tierras con porras.
Diciéndolo con ambigüedad
Porque hay un obrero
Apellidado Porras.
Los hijos, cuatro, muy bien vestidos
Han marchado a la escuela.
La mujer rural, al fin
Se ha quedado en casa sola
Para poder hacer limpieza general
De toda la casa
Hacer las camas
E ir a la cuadra, cochinera y gallinero
Para, al terminar, ir directa al corral
Para ayudar al pastor
En el ordeño de las ovejas
Para, con su leche, hacer quesos.
-Adiós vecinas
Que no me puedo quedar a charlar
Que llega pronto mi amo
Y le tengo que mudar
Cortarle las uñas de los pies
Y darle baños de agua en la ducha
Por delante y por detrás.
¡Lo brioso que atiende la mujer
A este su amor como Dios manda ¡
El campo a ella le da
La falsa libertad
Pues, antes de comer
Tiene que ir al corral a ver si las gallinas
Han puesto huevos.
También, ir a la cochinera
Para echarles comida a dos marranos
Traídos de Jabugo
En la provincia de Hueva
Muy bien alimentados
Para la próxima matanza
Pues como dice el señor gracioso:
-A cada puerco le llega su San Martín.
Pues, por San Martín se matan los puercos
Y de esto se toma la semejanza
Y concuerda con otro que dice:
“No hay plazo que no llegue”.
El señor necesita de la siesta
Y, cuando la mujer ha terminado
De recoger los platos y fregarlos
Él va por detrás
Dándole un golpecito en la espalda
Preguntando:
-Adivina quién te dio.
Subiendo, después los dos
Las escaleras hasta el primer piso
Donde está su dormitorio
Con los ojos cansados de sueño
Y deseos de sexo
Él, orgulloso; ella, quebrantada.
-Esposo, otro hijo no.
-Esposa, los que Dios quiera.
Así, día tras día en la semana
Menos el sábado
Porque el sábado para el señor es sagrado.
-Adónde vas, esposo mío.
Él contesta fino y bellaco:
-Me voy a Aranda con los amigotes
A comer asado.
Como groseros y licenciosos
Son todos los hombres rurales
Aunque parezca mentira
Después de la partida al mus de la tarde
Marchan a tomar una copa
En el puticlub junto a la Plaza de Toros.
Alternando, se les oye decir:
A Miguel de La Vid:
-Semen, Dios y venga puta.
A Genaro de Quintana del Pidio:
-Aguijar al hígado
Que brama la vaca.
-Sí, dice Alfonso de Hontangas.
A Andrés de Haza:
-Ahora sí que estoy contento
Pues he dejado dos huevos fuera del gallinero
Y una polla dentro.
-Pues yo, dice Flores del Cotarro
De Fuentenebro
No he gozado de ninguna
Porque no tenía ganas
Y eso que tuve a punto una mulata
Provocativa a lujuria de Roa.